Memoria Histórica. Artículos de Prensas. Actual.
El miedo engendra cobardía y nadie se salva. El silencio engorda la injusticia. El olvido hace frente al culpable y lo transforma en intocable. El miedo y la ignorancia, su hermana, embrutecen y esclavizan a quienes les sirven. Un país es la voluntad de un pueblo, eso nos han dicho, y como pueblo tenemos la responsabilidad de curar heridas, de no repetir errores y de aprender. Para esta labor es imprescindible escribir la historia en crudo y no cambiar su contenido ni esconder los echo. En España queda muchísimo por hacer en este sentido, hay demasiados intereses en ocultar la historia. Y eso es un crimen. Uno más.
De Lucio Gat Alba. Parte del prólogo del libro Mochila y Jara.
NOTA. En este momento, hay expuestos tres artículos.
ARTÍCULO 3.º —El Turista indignado ante el olvido del Parador de León como campo de concentración: “Debería dejar de ser un Hotel”
Artículo extraído de: elDiario.es Elena Cabrera 10 de junio de 2021 22:28 h 40 @elenac
-
El alemán Wilfried Stuckmann señaló en 2014 que no había información en las páginas oficiales sobre el horror vivido allí por los prisioneros republicanos. Siete años después, se ha conseguido un homenaje a puerta cerrada y un panel informativo, aunque sigue ausente alguna referencia en las webs de reserva hotelera.
-
-
Presos en el patio del campo de concentración de San Marcos de León.
-
Wilfried Stuckmann prendió la llama. Lo hizo con la gasolina de la sorpresa y la indignación del extranjero que con tanta frecuencia carece el español. El principio de esta historia habría que situarlo en las vacaciones de Semana Santa de un turista alemán en el mes de abril del año 2014. Wilfried y su esposa recorrían la cornisa cantábrica y decidieron pasar dos noches en San Marcos, el impresionante Parador Nacional de León. ¿Qué es lo que sabían los Stuckmann de aquel lugar antes de llegar? Lo que habían leído en la central de reservas Booking: la exaltante belleza renacentista del edificio, su concepción original como convento, la decoración dotada de fastuosos muebles y tapices, y las habitaciones con wifi gratuita. Ni una sola mención a lo que, una vez allí, les despertó una profunda repulsa.
-
En su primer día en la ciudad vieron las procesiones y, al caer la noche, tomaron una copa en la Plaza Mayor y se fueron a dormir. A la mañana siguiente, visitaron el claustro del antiguo monasterio y leyeron la información que se les proporcionaba sobre el edificio, como por ejemplo que, en el siglo XVI, fue la prisión en la que estuvo encarcelado el ilustre poeta español Francisco de Quevedo. No fue hasta que rebuscaron más, fijándose como solo se fijan los visitantes ociosos, que en la parte de atrás del claustro encontraron unos carteles en los que se explicaba que aquello había sido un campo de concentración entre 1936 y 1940, durante la guerra civil española y algo más allá.
-
"Nos quedamos en shock”, confesó en aquel momento a este diario, que contó que su enfado ante la ausencia de un dato tan relevante como aquel en la plataforma de reservas, le movió a escribir un comentario de queja. La sorpresa siguió en aumento al comprobar que se rechazaba la publicación del comentario porque la política de uso del sitio prohíbe dejar comentarios que hagan alusiones a las guerras. Stuckmann siguió poniendo reclamaciones, pues aseguró que jamás se habría alojado en un lugar donde se hubiera humillado y maltratado a personas de aquella manera, de haberlo sabido. La empresa prefirió devolverle el dinero de su alojamiento antes que publicar sus palabras. El turista decidió donar esos 396 euros a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
-
-
El Hostal de San Marcos de León estuvo cerrado durante tres años y fue reabierto en diciembre de 2020 EFE/J. Casares.
-
El pequeño gesto de Wilfried hizo su historia grande y mucha más gente, no los que van y vienen, sino los que cada día pisan el mismo suelo que se pisó hace ochenta años, comenzaron a ver lo que estaba delante de sus narices: el Parador de Turismo de León había sido un campo de concentración y nada parecía recordarlo. Los que sí lo recordaban, se estaban muriendo, y a menudo callaban. Siete años después, se ha instalado un panel explicativo que antes no existía y se ha rendido homenaje a los presos de esos muros, con la presencia del más longevo de ellos, José Sala, de 101 años. No obstante, ni la página de Booking ni la de Paradores advierte a los viajeros que por allí pasaron alrededor de 20.000 presos republicanos y que entre 1.500 y 2.900 murieron por enfermedades, maltrato o asesinato.
-
Por otro lado, la placa que solicita la ARMH no es tal, sino el mencionado panel explicativo, que el presidente de la asociación, Emilio Silva, valora que es demasiado pequeño y está mal ubicado. “Esa placa es microscópica y está detrás de una puerta que está cerrada, por lo que solo se visita si específicamente lo pide un cliente”, dice. Silva recuerda que Antonio Gamoneda escribió un manifiesto para la recogida de firmas que se titulaba Una puerta para la memoria, “pero han puesto una puerta cerrada”, añade. Tras esa puerta cerrada, está también la escultura formada por piedra de talco y una chapa de hierro que hasta ahora era el único recuerdo del campo de concentración. Forma parte del Museo de León y está acompañada del texto de Quevedo: “Vivo en conversación con los difuntos y escucho con los ojos a los muertos” y una dedicatoria a “quienes sufrieron prisión, tortura y muerte en San Marcos durante la Guerra Civil (1936-1939)”. Un homenaje que tampoco gusta a Emilio Silva, cuya asociación nació en León, en Ponferrada: “Ni dice quiénes sufrieron prisión ni quiénes los reprimieron, y habla de Guerra Civil, pero en León no hubo Guerra Civil”, como recordaba la periodista Olga Rodríguez en su intervención: “No hubo Guerra Civil porque el golpe triunfó a pocas horas del inicio, ni hubo bandos enfrentados. Se produjo una persecución sistemática contra quienes pensaban de forma diferente a los franquistas, un plan estudiado para eliminar a quienes tenían unas ideas políticas determinadas y asesinadas por no apoyar el golpe”. Por todo eso, la ARMH va a realizar una queja ante Paradores para que el tablón informativo se sitúe en un lugar de paso, para que sea más visible y que se incluya un párrafo sobre el campo de concentración en la web oficial de este hotel de lujo.
-
-
-
-
José Sala, de 101 años, superviviente del campo de concentración que el franquismo instaló en el convento de San Marcos y que hoy es el Parador de León. En la fotografía posa delante del panel que al fin recoge la información de lo que ocurrió allí durante la Guerra Civil EFE/J. Casares/POOL
-
Josep Sala, de 101 años, superviviente del campo de concentración que el franquismo instaló en el convento de San Marcos y que hoy es el Parador de León. En la fotografía posa delante del panel que al fin recoge la información de lo que ocurrió allí durante la Guerra Civil EFE/J.Casares/POOL
ARTÍCULO 2.º -"Padres, me sacan para matarme y me voy muy tranquilo”
Las biografías de 37.147 republicanos condenados a muerte o a largas reclusiones saldrán a la luz con la digitalización del Fichero de Penados, archivo sin explorar que custodia el Centro Documental de la Memoria Histórica. Artículo extraído de: El País. El Periódico Global.MIGUEL EZQUIAGA FERNÁNDEZ Salamanca - 08 JUN 2021 - 09:41 CESTUna celda tiene la capacidad de suspender el paso del tiempo. Ricardo García Navarro, republicano de 26 años, condenado a muerte en 1939 en la cárcel Modelo de Valencia, combatía el aturdimiento con ciertas dosis de esperanza y voluntarismo. Animaba por carta a sus padres, les pedía que buscaran nuevos y favorables testigos, pero los meses pasaban y aquellos no terminaban de llegar, acrecentando su malestar. “Hagan lo que puedan”, pidió semanas antes de ser fusilado en el paredón de Paterna el 8 de marzo de 1940. Su hermana se dio de bruces con la fatal noticia cuando iba a visitarlo. Fue ella quien recogió sus enseres, apenas un par de mudas y un trozo de papel garabateado a modo de despedida: “Padres, en este momento me sacan para matarme y me voy muy tranquilo, como un hombre debe ir, con él, viva la República, que pronto triunfe mi ideal”.
García es uno de los 37.147 filiados en el Fichero de Penados, un mueble acorazado de 30 cajones, custodiado en el Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca), que intriga a historiadores y archiveros. Un registro que incluye tanto penas capitales como otras de elevada reclusión, sin más nexo aparente que una misma época: la posguerra más temprana. Junto a otro millón de documentos del franquismo, el Ministerio de Cultura digitalizará estos fondos tras firmar un convenio con la Presidencia. Los especialistas del centro, adonde se trasladó el fichero hace una década, todavía estudian su origen y finalidad, aunque la brevedad de las fichas no ayuda a lograrlo. Estas solo incluyen dos apellidos mecanografiados, la ciudad del presidio y una única fecha, referente a la petición fiscal o al cumplimiento de la condena. No se recogen en ellas ni cargos ni otros datos procedimentales.
García Navarro, republicano fusilado el 8 de marzo de 1940 en Paterna, Valencia. ARCHIVO FAMILIAR
En ocasiones aparece un número de expediente, cuyo cometido se intenta averiguar. Así como una raya roja en la esquina superior derecha del documento, que José Luis Hernández, subdirector del archivo salmantino, atribuye al cambio de fase en la instrucción. “Son todas fichas de los primeros años del régimen, los años de plomo. A partir de mediados de los cincuenta el sistema muta para reprimir a una segunda generación de españoles, que ya no tenían nada que ver con la guerra, y esta clase de documentación se guarda dispersa”, apunta. El Fichero de Penados permaneció arrumbado en dependencias judiciales hasta la Transición. Después pasó a engrosar el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares, donde se guarda información más detallada de las vidas penitenciarias de 300.000 reclusos, que ayudará a esclarecer las escuetas biografías de lo registrado en Salamanca.
Algunos casos del fichero dejaron rastro en otros fondos documentales. La sentencia del juicio sumarísimo a Ricardo García, por ejemplo, se conserva en el Archivo General e Histórico de Defensa. Voluntario del Cuerpo de Carabineros, organismo que con posterioridad fue integrado en la Guardia Civil como castigo a su adhesión republicana, solía prenderse una insignia del sindicato UGT en el uniforme de fábrica. Formó parte del comité popular que durante la guerra ordenó la vida social y política de Puebla del Duc (Valencia), donde nació. Combatió en el frente de Toledo a las tropas del general Varela. Republicano derrotado, nunca quiso huir de su pueblo. El cuartelillo le hizo llamar en mayo de 1939, cuando ayudaba a su familia a atar las vides del campo. “No te preocupes, mamá. Estaré de vuelta a la hora de comer”, prometió. Nunca más lo volvieron a ver.
La hermana de García Navarro recogió de prisión los enseres del joven, entre los que se encontraba su carta de despedida. ARCHIVO FAMILIAR
Fue acusado de asesinar al soldado Ángel Cantador en su intento de pasarse a las filas nacionales. Entonces trasladaron a García a la prisión de Albaida, donde tuvo lugar el proceso judicial, al que un informe del alcalde de Puebla del Duc añadió más cargos. En este se le relacionaba además con la muerte de Salvador Soler, párroco de Benirmafull, escondido desde la sublevación. Dos hermanos del sacerdote declararon que García le escoltó hasta la sede del comité el 17 de septiembre de 1936. El detenido apareció tiroteado al día siguiente en el cercano municipio de Genovés. Al testimonio incriminatorio del regidor le sigue el relato del jefe local de Falange, tras el que García pudo presentar dos testigos propios. El primero aseguraba desconocer los hechos descritos porque pasó la guerra en Valencia. El segundo, lo calificaba como un “buen chico”, aunque reconociendo su adscripción socialista.
El nombre de Ricardo García Navarro es uno de los que figura en el Fichero de Penados, donde se refleja también la fecha de su fusilamiento. CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA
El tribunal militar lo encontró “culpable del delito de adhesión a la rebelión”, pero dejaba abierta la vía al indulto. A esta posibilidad se agarró con fuerza cuando lo movilizaron a la cárcel Modelo de Valencia, en agosto de 1939. Allí transcurrieron sus últimos ocho meses de vida, durante los cuales no cejó en su empeño por conseguir la excarcelación. La muerte del desertor, escribió, había sucedido en un contexto de guerra. Y si hubiera conocido de antemano el fatal destino del párroco, “le habría avisado yo mismo”. La cárcel recibió la orden de su ejecución en enero, materializada el 8 de marzo a las cuatro de la tarde. El cuerpo fue a parar a la fosa 115 del cementerio de Paterna. Solo 67 años después, la familia pudo grabar su nombre en la lápida colectiva. El ADN de sus restos se identificó hace un trienio.
María José Mompo, sobrina nieta del asesinado, recuerda el mutismo de la familia, que acabó venciendo a fuerza de perseverancia. Durante sus años en el instituto, se despertó en ella una conciencia del pasado que más tarde la llevó a investigar. Visitó el registro civil de Paterna, acudió a los archivos, preguntó a los mayores del pueblo. Hasta entonces nadie había tenido noticias sobre los detalles del sumario, 40 páginas repletas de descripciones como “exaltado miliciano” o “peligroso socialista”. El abuelo de Mompo falleció sin haber accedido nunca a la instrucción de su hermano Ricardo. La investigación sobre el Fichero de Penados podría arrojar ahora más datos sobre el caso. Y su digitalización, facilitar el rastreo a historiadores y familiares, que a diario acuden al Centro Documental de Salamanca en busca de respuestas.
Historia penitencia de María Juana Sánchez Gutiérrez, nacida en Puebla de Alcocer (Badajoz). ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN.
Cruce de datos
Durante la presentación del convenio de digitalización, el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, recordó que el objetivo es “reparar a las víctimas a través del conocimiento de la verdad, un derecho de todos los ciudadanos, además de apoyar el valor académico”. La decisión facilitará el cruce de datos entre instituciones. El caso de María Juana Sánchez Gutiérrez también ilustra la importancia de esta labor. Afiliada a la Agrupación Socialista de Puebla de Alcocer (Badajoz), su localidad natal, fue condenada a tres décadas de presidio el 30 de noviembre de 1939, fecha que refleja el Fichero de Penados. La suya es una de esas tarjetas que presentan la intrigante raya roja, por lo que bien podría descartarse que solo se utilizara en fallos de pena capital.
Los investigadores han identificado la vida penitenciaria de Sánchez en el Archivo General de la Administración, ubicado en Alcalá de Henares, y otro de los beneficiados por el convenio. Gracias a esto se conoce que desfiló por las cárceles de Badajoz, Málaga y Gerona. Enviudó poco antes del presidio, tenía 50 años y tres hijos que se criaron con unos tíos. La familia quedó deshecha por la guerra, ese pudo ser el peor de sus castigos. Le concedieron la libertad condicional en diciembre de 1943. Entonces volvió al pueblo y rehizo su vida; allí las nuevas generaciones de militantes socialistas la han olvidado.
ARTÍCULO 1.º -Hambre y corrupción franquista en Castuera: El campo de concentración que apresó a 15.000 personas.
Artículo extraído de: elDiario.es De Jesús Conde 6 de abril de 2019 20:17 h @jesuscondedu
-
Se cumplen 80 años de la apertura de este campo, que abrió sus puertas con el final de la guerra civil en la llamada capital ‘Roja’ del frente de La Serena.
-
Los relatos de los supervivientes narran un infierno de alambre y espinos, alrededor de unos barracones desmontables, donde tenían mucho tiempo libre y poco pan.
-
Destaca una corruptela por parte de sus responsables, que desviaron parte del dinero destinado a la alimentación de los presos. Este hecho multiplicó las muertes por inanición y enfermedades.
-
-
Peana de una cruz del campo, campo de concentración de Castuera Asociación para el Estudio y Recuperación del Patrimonio bélico reciente "Frente Extremeño"
- La clasificación de los presos que llegaban a Castuera, la represión sistemática y la reeducación bajo los valores del nacional-catolicismo resumen la esencia de este campo de concentración. Se cumplen 80 años de la apertura de un ‘infierno’ de alambre y espinos por el que pasaron alrededor de 15.000 personas a lo largo de un año.
- Su ubicación no era casual, ya que Castuera se había convertido en la capital ‘Roja’ del frente de La Serena, una línea de resistencia republicana que surcaba las estribaciones de la comarca pacense hasta la frontera con la provincia de Cáceres. Allí las trincheras y el combate cuerpo a cuerpo se mantuvieron hasta el verano de 1938.
- Fue uno de los campos de prisioneros de Extremadura, una región donde hubo al menos 17, según las investigaciones del periodista Carlos Hernández de Miguel. Se levantó semanas antes del final de la guerra, cuando los militares franquistas ya tenían claro cuál iba a ser el resultado de la contienda. Tuvo cautivos a militares afines a la República, civiles, sindicalistas o políticos.
Los testimonios orales de los supervivientes narran la falta de higiene y las duras condiciones que soportaron alrededor de unos barracones desmontables, en los que había mucho tiempo libre y poco pan.
El historiador Antonio López, autor del libro ‘Cruz, Bandera y Caudillo’, explica que el hambre se agravó con un caso de corrupción perpetrado por los responsables del campo, que desviaron parte del dinero destinado a alimentar a los presos. Con sus ‘mordidas’ eliminaron el rancho caliente previsto en su dieta, que quedó reducida a escasas latas de sardina para compartir y mendrugos de pan.
Se vieron implicados el jefe del campo y el director de la prisión provincial de Badajoz, junto con los directores de las cárceles de Herrera del Duque y Puebla de Alcocer. El caso se destapó cuando se multiplicaron las muertes por inanición y las enfermedades, a lo que se sumó un importante incremento de fugas. Tras los interrogatorios militares, los implicados fueron multados e inhabilitados, solo unos meses, como muestra la documentación que se conserva en el Archivo General de la Administración.
Uno de los testimonios orales recogidos por el investigador, un guardián original de Fuente de Cantos, relata que las primeras bajas por hambre y enfermedad fueron las de los ‘valencianos’. Se trataba de prisioneros llegados desde la zona del Levante, cuyos cadáveres fueron arrojados a unas de las fosas cercanas al campo.
La muerte les sacudió con más virulencia porque estaban lejos de sus casas y no podían recibir apoyo familiar. No tuvieron la suerte de los reclusos de Extremadura, que tenían el respaldo de los allegados que se desplazaban hasta allí. Algunos incluso se establecieron en Castuera.
Terror y violencia.
La práctica del terror y la violencia con la entrada de los jefes de la Falange fue una constante. Un modo de amedrentar a todos los prisioneros que se sumaba a las condiciones infrahumanas en las que vivían.
El mejor testimonio que han documentado hasta el momento es el de Albino Garrido, fallecido hace dos años. Conoció el barracón de incomunicados, destinado a quienes iban a morir en un consejo de guerra. Fue protagonista de una historia de resistencia en mayúsculas, porque Albino escapó del campo, estuvo preso casi un año y salió con vida. Más tarde se refugió en Francia, donde fue apresado y trasladado a un campo nazi.
En su libro de vivencias relató la crudeza y la sangre fría de los franquistas. Cuenta el caso de su amigo Isaías Carrillo Sosa, asesinado mientras estaba despiojando a otro preso. En mitad de la rutina de la limpieza que se hacían unos a otros se acercó un falangista, sacó su pistola y lo mató sin mediar palabra. A la víctima la sacaron del barracón ante el pavor y el terror de todos sus compañeros.
La peana de ceremonias.
‘Cruz, Bandera y Caudillo’ es el nombre que da título al trabajo documental del investigador extremeño Antonio López, un título que resume a la perfección la estampa que daba la bienvenida a la finca.
Se conserva muy poco de la estructura del campo, por su carácter desmontable, aunque llama la atención una peana de grandes dimensiones que soportaba una cruz erigida en el patio de ceremonias. Un elemento simbólico que dejaba claro el interés del régimen por reeducar a todos aquellos que habían sido fieles a la República, o que habían participado de alguna manera en la revolución social años atrás.
La bandera franquista estaba fuera del recinto alambrado, a 90 pasos. “Un modo de decirles a los prisioneros: tenéis que ser buenos católicos, y luego ya españoles cuando nosotros queramos, claro”, señala López, que también es miembro de la Asociación Memorial Campo de Castuera.
El campo.
- Había unos 80 barracones que se distribuían en torno a un patio central, con dos núcleos de filas a ambos lados. Eran estructuras desmontables, con cubierta de uralita y chapa que rápidamente se llenaron de presos.El gran volumen de internos hizo necesaria una ampliación del campo y se levantaron ‘covachas’, cabañas recubiertas de matorrales en los que eran ubicados de dos en dos. Eran conocidas con el nombre de ‘Villaverde’. Ellos mismos tenían que dar forma a las estructuras para refugiarse, al mismo tiempo que se encargaban del adecentamiento de las calles. Una de las claves de Castuera es la llegada de Ernesto Navarrete como jefe del campo, “que ya tenía a sus espaldas una hoja de servicios lo suficientemente sangrienta como para estar al frente”. Además, estará en la sombra Manuel Carracedo, encargado del servicio de información de policía militar, tal como confirmó él mismo en unos testimonios grabados.
- Los avales.
- En su cautiverio los presos veían el tiempo pasar, a la espera de un destino incierto y al antojo de las órdenes del jefe del campo y del resto de militares. Permanecían a la espera de recibir informes políticos y sociales. A favor o en contra. Lo primero que se hacía con ellos, tras ser detenidos a pie de trinchera, era una hoja declaratoria. En ella se reflejaba información relativa a la guerra, su lugar de origen y su municipio. Una vez recopilados todos los datos, los servicios de información se ponían manos a la obra y contactaban con la localidad. Solicitaban informes políticos y sociales al alcalde, el jefe de la Falange, el cura y a otras personas ‘de bien’ --todas de derechas-- para que dieran su correspondiente opinión. A partir de los datos se clasificaba al reo. Se le podía abrir diligencias, con las que comenzaba la instrucción de un consejo de guerra o se le podía dejar allí. “El servicio de información va a facilitar la represión y los juicios sumarísimos en menos de una semana, algo que va a permitir acelerar los fusilamientos”. Los representantes de la resistencia republicana van a acabar en barracones incomunicados, de los que no paraban de salir nuevas ‘sacas’ de fusilamientos. Las diferentes campañas de catas y excavaciones han constatado varias fosas comunes, como la que se localizó en el cementerio. El historiador habla de otras fuentes que apuntan a la práctica de la “cuerda india” en Castuera, por la que decenas de presos habrían sido atados y empujados al interior de la mina de La Gamonita, cercana al municipio. Posteriormente, se habrían arrojado bombas de mano a su interior para acabar con sus vidas. Es una versión que ya relata Justo Vila en su libro sobre la guerra civil en 1985, y a la que también han hecho referencia los testimonios de los prisioneros supervivientes.
-
¿Cuántas personas pasaron por Castuera?
El campo funcionó hasta abril de 1940, a lo largo de un año completo. No se sabe cuántas personas llegaron a pasar con exactitud por la falta de documentación que existe. Antonio López aclara que la cifra de 15.000 presos debe entenderse de manera orientativa, porque la información que se conserva está incompleta y es heterogénea. Hubo gente que solo estuvo un día, mientras que otros pudieron estar meses cautivos, o el año entero. A día de hoy se sigue sin tener acceso a toda la información de la represión franquista. Los investigadores y familiares denuncian que no tienen vía libre al archivo de la Guardia Civil, a lo que se suman los documentos depositados en dependencias del Ejército, qué custodia documentación histórica. Por ello, han reclamado de manera reiterada que la información sea depositada en el Ministerio de Cultura y en los archivos correspondientes para su libre acceso. No obstante, se sabe, a través de algunos archivos militares y las estimaciones realizadas, que en el mes de abril llegó a haber casi 6.000 prisioneros, y en mayo la misma cantidad. Mientras, en los meses se comenzó a bajar la cifra hasta las 3.000 personas. El número va fluctuando hasta el final, cuando se cierra con unos 1.200 prisioneros. El número de desaparecidos sigue aumentando, “no paran de llegar biografías que se truncan cuando llegan al campo”. Se trata de familiares de víctimas que pierden el rastro de sus seres queridos allí, como confirman las cartas conservadas, y que ahora reclaman verdad, justicia y reparación.El campo se cierra finalmente por la propia degradación de las instalaciones y porque las funciones para las que estaba destinado pasan a Mérida, Badajoz o Almendralejo. Los 1.200 prisioneros que quedaban dentro cuando llegó el momento de la clausura fueron repartidos entre Puebla de Alcocer y Herrera, donde los conventos funcionaron a modo de prisión. Otras personas fueron enviadas a un batallón de trabajos forzosos, al no tener nada que imputarle. Llegan a parar a lugares como las colonias penitenciarias de Montijo, el eufemismo usado para ocultar al campo de concentración que mantuvo en Montijo y otras dos localidades a 1.500 presos. Fueron obligados a construir parte del actual canal de Montijo y la presa que lleva el mismo nombre.